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El crimen organizado se apodera de la pesca en Sinaloa

En medio de la crisis y el desempleo, pescadores cuentan cómo grupos criminales les quitan lo poco que tienen

Era casi la medianoche del 9 de diciembre de 2013. El capitán de la embarcación hablaba por radio con su hermano también patrón de barco que se encontraba en la pesca de camarón en la misma zona de Altata, Sinaloa, cuando escuchó un fuerte golpe por el lado derecho del buque. Salió a verificar en medio de un vaivén que no cesaba pues la marejada estaba fuerte. El movimiento y las sacudidas complicaba cualquier abordaje.

Aun así, un grupo de encapuchados ataviados con chalecos antibalas, armas tipo escuadras y fusiles AK-47 abordaron el barco. Todo fue tan rápido que sorprendieron a los siete tripulantes que navegaban cerca de la bahía de Altata, Navolato.

— Tú, tú y tú van pa’ bajo —gritó uno de los delincuentes para empujar a tres marineros en el cuarto de congelación donde almacenaban el camarón.

Al capitán lo encontraron en el pasillo, lo regresaron a la cabina y le exigieron que no soltara el timón.

—No golpeen a la tripulación, vamos a hacer lo que nos digan —les dijo.

Al resto de los tripulantes los encapuchados ordenaron que cargaran los costales de camarón azul a su embarcación, una panga que interceptó al buque camaronero con motores gran potencia, similar a los que usan los narcotraficantes para transportar droga a alta velocidad por esta zona del Mar de Cortes tratando de no ser detectados por la Marina.

“Nos quitaron 58 jabas, 50 de exportación y ocho de piojo (camarón pequeño); un promedio de dos toneladas y media de producto, el resultado del esfuerzo de 23 días de trabajo», recuerda este capitán con 28 años de experiencia, quien reconstruye aquel episodio ocurrido hace nueve años con tal detalle como si hubiera ocurrido ayer. Él como otros trabajadores del mar aceptó contar su historia a condición de reservar su identidad ante el riesgo que viven a diario.

Porque hoy día para los armadores la actividad pesquera se ha convertido en un oficio de muy alto riesgo. Aseguran que, pese a que siempre ha existido la delincuencia, en los últimos años el crimen organizado opera de forma descarada sin que ninguna autoridad ponga un alto.

Historias comunes del crimen organizado
En el Parque Bonfil de Mazatlán abundan las historias como la que le tocó vivir a un velador de un barco la madrugada del 27 de febrero de 2014, cuando llegaron cuatro hombres armados, encapuchados y con chalecos antibalas, iban a asaltar la embarcación que resguardaba este hombre que en sus 43 años vivió el susto de su vida. Las amenazas lo paralizaron, del miedo se quedó sin poder hacer nada.

El Bonfil es el muelle que alberga a la flota más grande del país y cuenta con una longitud de 600 metros, de uso público pesquero para el atraque de la flota. En los últimos años, este espacio luce abandonado, lleno de basura, perros, gatos y roedores, que enmarcan los cientos de barcos pesqueros amarrados, la mayoría lucen una armazón despintada, mástiles oxidados, lazos carcomidos por la humedad, imágenes que resume que ha terminado con la algarabía y bullicio que mostraban que la pesca era abundante y rentable.

En este cementerio marino irrumpieron aquellos individuos a bordo de una lancha con el motor apagado intentando hacer el menor ruido posible. El velador—quien pidió reservar su identidad por seguridad—estaba en la caseta del barco cuando lo sometieron junto al motorista quien lo acompañaba al cuidado del barco que en sus bodegas resguardaba el resultado de varios días de faena en altamar. Esa ocasión se llevaron dos toneladas y media de camarón que sería descargado a las 6 de la mañana del día siguiente.